domingo, 13 de febrero de 2011

Gladius



“Acostumbrados a luchar con griegos e ilirios, los macedonios no habían visto hasta entonces más que heridas de pica y de flechas y raras veces de lanza; pero cuando vieron los cuerpos despedazados por el Gladius Hispaniensis, brazos cortados del hombro, cabezas separadas del cuerpo, truncada enteramente la cerviz, entrañas al descubierto y toda clase de horribles heridas, aterrados se preguntaban contra qué armas y contra qué hombres tendrían que luchar”.  (Tito Livio historiador romano).

Si alguien nos preguntara que arma de uso individual ha sido la que más muertes ha causado a lo largo de la violenta historia de la humanidad, es posible que nuestra mente se fuera a un arma de fuego tipo fusil soviético AK-47, utilizado desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días, pero parándonos a pensar un poco, echando la vista mucho más atrás, cuando eran frecuentes las batallas en campo abierto, con decenas de miles de hombres a un lado y a otro del campo de batalla dispuestos a matar o morir, nos encontramos con un arma que fue la revolución del momento. Una simple espada portada por los legionarios romanos, que les hizo ser el ejército más temido del mundo conocido. El gladius romano.

Pero ¿qué era lo que hacía a esta arma tan especial?. La clave está en su forma. Unos 50 o 60 cm. de hoja, con doble filo y terminada en punta. Esto provocaba que dicha espada fuera perfecta para el combate en formaciones compactas, como las que acostumbraban a utilizar las legiones romanas, haciendo una barrera con los escudos y por cuyas aperturas entre escudo y escudo, se abría paso con tremenda facilidad el gladius clavándose de forma mortal en el cuerpo de sus adversarios. Si se mantenía la formación la victoria era casi segura. Además estas formaciones daban juego para el relevo organizado de las filas de vanguardia con las de retaguardia, teniendo siempre hombres frescos en las primeras líneas que luchaban contra enemigos cansados por falta de relevos.
Claro que si la formación se rompía, tampoco había que desesperarse pues la ligereza y doble filo del gladius, eran unos aliados perfectos para sesgar brazos, piernas, cabezas a quienes habían osado romper las líneas, para volver a recuperarlas y avanzar en un bloque mortal.


Al contrario que otras espadas de la época, no era necesario levantar los brazos para ejercer golpes de arriba a abajo. El gladius era efectivo con puntazos y cortes transversales en cualquier dirección, lo que proporcionaba a su portador una libertad de movimientos, una agilidad y una efectividad muy superior a la de su enemigo.

De esta manera, con la inestimable ayuda de esta espada de diseño eficaz, una ciudad denominada Roma expandió sus límites hasta convertirse en el vasto Imperio Romano, alabado por unos y temido por el resto durante siglos.